La crisis del clima desplaza miles de personas en nuestro país: ignorar a los refugiados climáticos ya no es una opción

12/08/24 | ECOLOGÍA

La mitad de España estará invadida por el estrés térmico en tres décadas. Este término, empleado por Colin Raymond, investigador de la Universidad de California y autor principal del estudio Too Hot to Handle: How Climate Change May Make Some Places Too Hot to Live de la NASA, hace referencia al malestar que se genera en las personas al vivir en condiciones climáticas extremas. Los datos del informe aseguran que las temperaturas han empezado a sobrepasar sus límites en todo el planeta y el clima ha comenzado a calentarse más de lo que podemos soportar. Tanto es así, que ni el sudor ni ningún otro comportamiento adaptativo que realiza nuestro cuerpo será suficiente para combatir las oleadas de calor que podrán superar los 35 grados durante tres meses seguidos.

España muy preocupada por los desplazamientos climáticos

Si observamos el mapa, la mayoría de los desplazamientos y zonas en riesgo se encuentran en las regiones por debajo del África Subsahariana, Latinoamérica y el sur de Asia. Justo las regiones del Sur global que menos han contribuido a la escalada en el cambio climático. Es importante recalcar que los fenómenos no son estancos; el cambio climático es una constante que va en aumento y las regiones afectadas serán cada vez mayores. España, de hecho, en 2022 se declaró el país con el mayor índice de preocupación por el cambio climático y los posibles desplazamientos. El abandono de las zonas rurales y la concentración de la población en las ciudades aumenta hasta en un 75% los niveles de contaminación, favoreciendo la desertificación en el sur del país, el aumento de las olas de calor (el verano pasado hubo hasta cinco seguidas), así como el clima inestable en forma de sequías e inundaciones en la costa Mediterránea. Estos son hechos que en pocos años convertirán ciertas regiones de la Península Ibérica en inhabitables, forzando una migración hacia el norte.

Como consecuencias directas tendremos una oleada de sequías, la imposibilidad de continuar con la labor agrícola debido al aumento de las temperaturas, incendios, escasez de agua y la incursión del mar en las costas por la subida del nivel del agua. El impacto se notará más en las ciudades españolas, al concentrar grandes cantidades de gente. Tres de cada cuatro personas viven en ciudades en nuestro país, lo que provocará el deterioro de las infraestructuras y de los servicios públicos, además de aumentar las desigualdades sociales entre los grupos con mayor exposición a situaciones de vulnerabilidad y aquellos más privilegiados.

Es remarcable que el 42,2% de los municipios en España se encuentran en riesgo de despoblación. Las dificultades climatológicas y del entorno ya están provocando que las condiciones económicas para la vida en el medio rural empeoren, mientras que las temperaturas y la falta de refugios climáticos provocan un aumento considerable del estrés térmico, lo cual, en última instancia, debería considerarse un problema de salud pública. 

Canarias, ejemplo de lo que pasará

Según el informe Global Report on Internal Displacement (GRID) del IDMC, en 2020 hubo 7.800 desplazados internos en España por desastres ambientales y climáticos. En 2023, la cifra ascendió a 24.000 personas, de las cuales solo 4.000 eran peninsulares. La mayoría de los desplazamientos se están dando en las Islas Canarias, donde los grandes incendios de Tenerife, junto con la erupción del volcán de La Palma, han generado una oleada de desplazamientos internos que irán aumentando a medida que se sigan notando las diferencias norte-sur con las islas. Canarias es el ejemplo de lo que está por llegar a la Península en las próximas tres décadas, afectando especialmente a Madrid, Valencia, Andalucía y Cataluña. Los patrones entre los movimientos internos del sur global y lo que empieza a ocurrir en España guardan varios puntos en común. En primer lugar, las personas con menos recursos económicos y con una mayor exposición al cambio son el grupo que menos ha contribuido a aumentar los niveles de contaminación y sufren de forma directa la falta de planificación política y de resiliencia colectiva frente al cambio.

Las renovables como parte de la solución

Como ciudadanía tenemos herramientas para frenar el deterioro del clima, que no sea una razón forzosa para emprender el viaje migratorio y mejorar el nivel de vida de cada habitante medio. Los ciudadanos podemos empoderarnos energéticamente mediante instalaciones de autoconsumo individuales y colectivas, así como la aerotermia por ejemplo. Debemos independizarnos del oligopolio energético, gran promotor de la quema de combustibles fósiles, principal causante de la crisis climática, y tomar el control mediante recursos limpios y sostenibles. Viviendo en colectividad y con conciencia de ello. Como ejemplo de ello tenemos las comunidades energéticas de Valdepiélagos o La Pablo Renovable, que se ha consolidado el mayor barrio solar Europa. Son dos ejemplos de como las acción colectiva genera un gran impacto, lo que se conecta directamente con el resto de las cuestiones globales.