El Black Friday, una celebración tan emblemática como problemática del sistema económico actual: el consumismo desenfrenado se ha convertido en un desafío para la sostenibilidad y la responsabilidad. Este evento de pretendidas rebajas masivas no solo impulsa una avalancha de compras, sino que también deja una huella ecológica alarmante que amenaza el equilibrio ambiental y el futuro del planeta.
El ímpetu por las ofertas y descuentos durante el Black Friday genera un impacto devastador en términos de residuos tecnológicos, desechos textiles, embalajes plásticos y emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente el dióxido de carbono. Este ciclo de consumo voraz impulsa un consumo excesivo, desvinculado de las necesidades reales y basado en una cultura de adquisición constante.
El blackfriday español en datos:
Las cifras hablan por sí mismas: según Global Footprint Network, donde se analizó la huella ecológica española, los patrones de consumo en España superan con creces la capacidad sostenible del país. Se necesitarían tres naciones del tamaño de España para mantener el actual nivel de consumo y población. En solo 15 años, el déficit ecológico ha aumentado en más del 50%, una tendencia insostenible hacia un crecimiento continuo. Entre los principales factores, sin duda, se encuentra el consumismo aspiracional derivado de los referentes actuales y la compra emocional.
El Black Friday se ha convertido en sinónimo de compras compulsivas , donde el 84% de los consumidores planea adquirir productos, con un gasto medio de 237 euros por persona. Aunque algunos buscan ofertas más modestas, un porcentaje significativo planea gastos superiores a los 500 euros, mientras que otros optan por no gastar más de 100 euros. Pero la pregunta real es, ¿necesitamos algo de lo que compraremos el próximo viernes 24 de noviembre?
¿Dónde está el coste real?
El impacto ambiental de estas compras va más allá de los productos adquiridos. El aumento de las compras online ha disparado las emisiones de CO2 debido al transporte y la logística, con un promedio de 3.7 millones de envíos diarios y picos aún mayores durante estas fechas. Asimismo, la industria de la moda, con sus textiles altamente contaminantes, representa un 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero, por no hablar de las dudosas condiciones laborales de los países donde se producen la mayoría de estos productos.
En medio de este escenario, las voces de la sostenibilidad, como Ecologistas en Acción y Greenpeace, enfatizan la necesidad de políticas públicas que limiten el consumismo desmedido. Abogan por un cambio de paradigma que involucre a las empresas en la economía circular, promoviendo alternativas como la reutilización, la reparación y el intercambio de productos. Celia Ojeda de Greenpeace subraya la importancia de transformar nuestras ciudades en espacios menos centrados en el consumo. Un cambio, que en mi opinión, también vendrá con la educación y el cambio de referentes y objetivos vitales de las próximas generaciones, o al menos, debemos trabajar en ello para dejar de asociar riqueza y éxito con hiperconsumismo.
Esta visión busca evitar la culpabilización del consumidor, aunque recordándole la fuerza que genera con sus compras, enfocándose en el papel crucial que tienen los gobiernos y las empresas para implementar prácticas más responsables y sostenibles.
En resumen, el Black Friday no solo desencadena un frenesí de compras, sino que también representa un desafío urgente para abordar el consumo excesivo, impulsando la necesidad apremiante de un enfoque más solidario y sostenible en nuestra economía. La clave reside en un cambio de mentalidad, políticas innovadoras y la colaboración entre todos los actores para construir un futuro más equitativo y respetuoso con el medio ambiente.
Desde Ecooo, apostamos por la economía social y solidaria donde la riqueza viene por construir un mundo para todos, sostenible económico y financieramente. Por eso, cada día trabajamos para que nuestros productos sean buenos para la sociedad y la diversidad: duraderos y necesarios.