Tenemos una posición clara respecto de la energía: comunitaria, local y distribuida, también respecto del consumo: colectivo, local y reducido. ¿Cómo podemos empezar a abordarlo?
La relación entre el sistema económico imperante y el cambio climático y el consumo desaforado está ampliamente estudiado y demostrado. “La cultura del consumo instaura una racionalidad nueva que incluye el gasto y el despilfarro como funciones centrales” afirma José A. Zamora en su estudio sobre la cultura del consumo. El mismo autor afirma que “el consumo no es la compra: es un hecho global que recorre la totalidad de nuestra vida y que implica prácticas sociales, ensueños e identificaciones que ocupan nuestros espacios y tiempos, al tiempo que redefine nuestras identidades”. Pero el nivel insostenible de consumo que tenemos no es para tomárselo a broma. Las amenazas ambientales se han vuelto mucho más frecuentes en la última década, de hecho, según el Informe de Riesgos Globales en 2020, los peores, fueron todos ambientales.
El consumo no es la compra: es un hecho global que recorre la totalidad de nuestra vida y que implica prácticas sociales, ensueños e identificaciones que ocupan nuestros espacios y tiempos, al tiempo que redefine nuestras identidades
El consumo es estatus, forma de vida, y uno de los éxitos del sistema actual es que se hayan hecho accesibles a las clases medias consumos que antes solo pertenecían a las altas, como por ejemplo, volar. Según el grupo Transport & Environment, entre el top 10 de las empresas más contaminantes de Europa había 8 minas de carbón, una aerolínea (Ryanair) y una empresa de envíos (Mediterranean Shipping Company).
En el interesante estudio sobre el Comportamiento de los Consumidores y Cambio Climático, se afirma que la Unión Europea podría reducir sus emisiones en un 25% estableciendo cambios en el comportamiento de los y las consumidoras. Las acciones más impactantes serían las siguientes: cambiar los patrones de consumo (28% del total), reducir el consumo en términos generales (26%), consumir productos con una huella de carbono menor (17%) y consumir productos que generen una menor huella de carbono durante su uso (19%). Por sectores, el de mayor impacto sigue siendo el transporte (39%), edificios (24%) y alimentación (26%).
¿Podemos permitirnos seguir consumiendo de esta manera?
¿Podemos permitirnos seguir “transportándonos” de esta manera? Y sobre todo ¿puede permitírselo el planeta?.
En el mismo estudio anterior, se evidencia que los y las consumidoras necesitan asesoramiento. No hay claridad sobre qué patrones se pueden cambiar, qué es real y qué es marketing o green washing.
La plataforma Stay Grounded se ha puesto manos a la obra con el sector de las aerolíneas. Aboga por reducir los vuelos de manera drástica y rápida. A continuación mostramos dos datos que presentan respecto del impacto de los vuelos en el cambio climático.
Ecologistas en Acción sacó un informe el año pasado “Decrecimiento de la aviación: la reducción del transporte aéreo de manera justa’ donde se contemplan cuatro propuestas:
- Reducir el tráfico aéreo, por ejemplo, mediante la prohibición de vuelos de gran proximidad, la reducción de vuelos de corta y media distancia realizables en tren en el intervalo de unas horas, o la moratoria a la ampliación o construcción de infraestructuras aeroportuarias.
- Eliminar el sistema de privilegios de la aviación, que pone en situación de desventaja a otras formas de transporte más sostenibles. El informe propone: la introducción de un impuesto al queroseno similar al de otros combustibles, la aplicación del IVA al sector al igual que en el caso de otros medios de transporte, el establecimiento de un impuesto al carbono, o la creación de una tasa a los billetes en función de la distancia recorrida.
- Penalizar a los viajeros frecuentes con más recursos. Menos del 10 % de la población mundial ha cogido alguna vez un avión. Sin embargo, las emisiones generadas son sufridas por el conjunto del planeta y sobre todo por las poblaciones más vulnerables del Sur global.
- Fomentar alternativas al avión, principalmente mediante la inversión en infraestructura ferroviaria.
En Ecooo ya lo comentamos en su momento y ahora nos anima ver que una organización como Ecologistas en Acción se ha puesto manos a la obra con un protocolo interno para reducir sus emisiones en los vuelos. Entre otras cuestiones, han desarrollado un árbol de decisiones individuales para viajar, priorizan la realización de eventos físicos donde no sea necesario viajar, y en caso de que sea necesario, se recomienda hacerlo de manera terrestre.
En Ecooo, inspirados por Ecologistas en Acción, valoramos hacer un protocolo similar, para la gestión de viajes internos. Si bien es cierto, que nos desplazamos muy poco en avión – de hecho prácticamente nada -, sí realizamos viajes terrestres para el mantenimiento de las plantas, aunque la mayoría de estos desplazamientos son en vehículo eléctrico. Este fue el compromiso que adquirimos en el Balance Social de REAS hace dos años. El Balance Social es un sello de compromiso y avance que hacemos las empresas de economía social y solidaria, así que podemos decir, que compromiso cumplido. No obstante, seguro que podemos revisar nuestra emisiones y animamos al resto de organizaciones, empresas y colectivos que hagan el mismo ejercicio.