Hoy hace un año que la OMS publicó que la COVID-19 era una pandemia mundial. Han pasado muchas cosas. Un año donde en el que las generaciones más jóvenes hemos conocido la situación de quedarse en casa por obligación del gobierno, del desabastecimiento, del colapso sanitario o de las limitaciones en el derecho a la manifestación. También un año de solidaridad colectiva, visibilización de las personas esenciales y de la importancia que tiene preservar el equilibrio planetario.
Sin duda hemos conocido un mundo que muchas personas no habíamos ni imaginado en enero de 2020. El del silencio. El de nadie por la calle. El de los jabalíes paseándose por los cascos urbanos. El de la policía poniendo multas por salir a la calle. El del colapso sanitario y los supermercados vacíos. Hemos vivido muchas escenas impresionantes, casi paradójicas en este mundo de abundancia irremediable en el que vivimos. También muchas escenas de hermanamiento que nos han animado a seguir: las redes de solidaridad en los barrios. La de Somos Tribu VK de Vallecas incluso ha recibido el premio ciudadano del Parlamento Europeo por haber apoyado a miles de familias – aquí un documental que cuenta cómo lo hicieron – durante la pandemia. También los aplausos que a las ocho fueron motivo de alegría, al menos los primeros días. La visibilización de las personas que se dedican a los servicios esenciales, sin los cuales, se para el mundo, y que se evidenció, eran cubiertos principalmente por mujeres. También el denodado esfuerzo que hizo el personal sanitario para salvar vidas, cuando los recursos eran escasos.
Desde luego un año en el que nos llevamos muchos aprendizajes. Ahora toca no tropezar dos veces con la misma piedra.
Durante la pandemia hemos aprendido varias cosas:
Que el “cambio climático puede haber sido un factor importante en los brotes de dos virus, entre ellos el SARS-CoV-2, causante de la pandemia de COVID-19. Así lo concluye un nuevo estudio publicado en la revista Science of the Total Environment” tal y como se recoge en una noticia de La Marea. El Panel Intergubernamental de Biodiversidad de Naciones Unidas también lo certificó: “La explotación insostenible del medio ambiente debido al cambio de uso de la tierra, la expansión e intensificación de la agricultura, el comercio y el consumo de vida silvestre y otros factores, interrumpe las interacciones naturales entre la vida silvestre y sus microbios, aumenta el contacto entre la vida silvestre, el ganado, las personas y sus patógenos, aumentando el riesgo de la aparición de nuevos virus en humanos”.
Que a pesar de lo anterior, vamos mal. En el último informe del NDC de la ONU (las NDC son las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, es decir, las reducciones previstas de las emisiones de gases de efecto invernadero en virtud de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático). El informe muestra que, si bien la mayoría de las naciones representadas aumentaron sus niveles individuales de ambición para reducir las emisiones, su impacto combinado las sitúa en la senda de lograr una reducción inferior al 1% para 2030 en comparación con los niveles de 2010. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, por el contrario, ha indicado que los rangos de reducción de las emisiones para alcanzar el objetivo de 1,5 ºC de temperatura deberían ser alrededor de un 45% más bajos.
Que las acciones individuales, sirven de poco. Las nuevas cepas se han ido multiplicando. La inglesa estaba en nuestro país en pocos días. La brasileña, en pocas semanas. La californiana, ya está aquí. Los virus no entienden de fronteras, y el cambio climático tampoco. En esta casa no somos muy de aplaudir a Bill Gates, y mucho menos de su revolución verde, pero cuando tiene razón, se la damos. “El cambio climático va a generar mucho más sufrimiento y muerte que la COVID-19” decía el magnate hace pocos días. Esta acción debe ser tenida en cuenta por todos los países, no valen medias tintas. La atmósfera es un bien común.
En Ecooo apostamos por un sistema energético distribuido, colectivo y renovable, por supuesto. Hacemos todo lo que está en nuestras manos, pero no es suficiente. Además de un sistema renovable necesitamos un sistema energético adelgazado. Es inviable mantener los niveles de consumo que tenemos. Absolutamente inviable. Apostamos por reducir el consumo, apostamos por el consumerismo, el consumo colectivo y organizado. Por reducir la demanda y ajustar la producción a la misma, y por supuesto, apostamos por la economía social y solidaria.